Una categorización
arbitraria del libro: Y nuestros rostros,
mi vida, breves como fotos de John Berger a partir de unir lo subrayado
Apartado Segundo: Inmigración-arraigo-destierro
“Partir est mourir un peu”
Existe un momento en el cual la ciudad que te contiene ya no te nombra. No
te toma en cuenta. Te va dejando en el centro de la periferia. A pesar de que
se mantengan “ciertas fuerzas elementales que eran reconocibles; y también
algunas personas (…)” una vez que regresas, te sabes ajeno en ese contexto.
“La emigración no sólo implica dejar atrás, cruzar océanos, vivir entre
extranjeros, sino también, destruir el significado propio del mundo y, en
último término, abandonarse a la irrealidad del absurdo.” El emigrante queda
inválido, con la esperanza de una simpatía que no comparte códigos. Sin
embargo, queda. Queda en el “hogar sustituto” el cual se ha edificado con bloques de costumbres
adaptadas, con nuevas palabras que incorpora esperando sea el mejor
aglutinante. Con la memoria como cimiento. “Tras abandonar el hogar, el
emigrante ya nunca más vuelve a encontrar otro lugar en el que se crucen las
dos líneas de la vida – vertical y horizontal.” A partir de ahora, el círculo
eterno y perfecto se convierte en octogonal irregular, con sus distancias
desconocidas pero conformadas. Confinadas. Confitadas por lo nuevo. Agrias por
lo transitorias.
La vida en destierro se vuelve oración transitiva sin objeto, sin sentido.
Sólo “…la repetición de prácticas, elegidas y no impuestas, ofrece más
permanencia, más cobijo que cualquier otro alojamiento”. La vida en destierro
se aferra a la rutina. Se aferra al tramo conocido entre los múltiples
episodios de despersonalización. “(…) emigrar será desmantelar el centro del
mundo y, consecuentemente, trasladarse a otro perdido, desorientado, formado de
fragmentos.”
“Hasta que nos encontramos “
En ese momento “La incapacidad para recordar tal vez sea en sí misma una
forma de memoria”, la falta de lugar te convierte en inocente. Inocente de lo
malo, inocente de ti mismo. “Indeterminado y tan invulnerable” que empiezan a
surgir las esperanzas en ese vaso lleno de agua. Surgen pequeñas raíces. Surge
la necesidad de que alguien tome cuidado, te replante. Replantear. Encontrar un
nuevo suelo a partir del cual serás de nuevo en acto, para dejar de contar lo
que no tienes y entender que sólo necesitas de luz.
“Aquí
Es siempre amanecer
Hora de despertar (…)”
Aquel país, que hoy se ve cómo “una piel clavada en una madera” se convertirá
en el amuleto que llevar contigo para apropiarte de cada pared vacía. Será el
plato que soporte cada exceso convertido en gotas. Será almacén. Será lo que
prevenga un daño en el mueble ajeno. Lo único “que se ha perdido
irremisiblemente es la posibilidad de decir: este es el centro del mundo.” Y “la
única esperanza que nos queda ahora es hacer de toda la tierra el centro.” Es
ser rizoma. Evitar la caída de la comunicación con uno mismo. Conocer a Gego.
“El pasado va creciendo poco a poco alrededor de uno,
como una placenta para morir”.
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