El pasado sábado 30 de marzo, a un día de su clausura, tuve la oportunidad de asistir a la exposición de Marcos López Debut y despedida que estuvo ocurriendo desde el 27 de febrero en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, Argentina.
En el caso de esta muestra, lo expuesto en esta sala abarcaba la realización artística de López desde 1978 hasta 2012 y así como su flyer lo indicaba con la frase: toda la carne al asador, en esta occasion se pudo apreciar no solo su trabajo fotrográfico sino también sus trabajos referidos al campo pictórico así como varias instalaciones que ocupaban la amplitud del espacio.
Lo que puede detonar una reflexión inicial en su trabajo es el señalamiento que hace hacia lo latinoamericano, sin embargo en el caso de la obra de Marcos López considero que ese elemento se convierte en punto de partida que te puede llevar a una reflexión incluso de caracter más universal que de igual forma nos atraviesa y condiciona como sociedad contemporánea. La obra de López acá expuesta apela a la seducción visual desde su construcción POP, para desde ahí cuestionar nuestra identidad en la zona del reconocimiento. Todo esto que se nos hace tan familiar y al mismo tiempo tan lejano se ha levantado en esta sala saturada de imágenes y de producción que pareciera ser muy acorde a nuestro tiempo.
"No hay concepto. Hay compulsion maníaca por generar imágenes que expresen o movilicen emociones" Indica el artista en algunas entrevistas. Sin embargo, esta manera de disponer las obras, y la mayoría en cuanto a su contenido, hace plena referencia a la idea de repetición. Por lo que en este caso me gustaría que esta reflexión se volcara, desde este lugar latinoamericano que López nos plantea, y pensaramos esta repetición en función a nuestros referentes, a nuestra forma de hacer política, de hacer trabajos e incluso de consumir. Somos los latinoamericanos repetidores? Me parece que por mucho tiempo sí, pero este trabajo al partir de esta idea nos ayuda a vernos en un momento histórico en el que quizás esto no sea del todo así y de alguna manera nos veamos autorizados no solo a la validación de nuestra producción sino incluso al equiparamiento de nosotros con los de afuera. Con aquellos primeros.
En este sentido que las piezas Cabeza de Alce (2012), Rogelio y León Ferrari (2012), Sirenita (2012), Parque temático-Monumento al Yaguareté Guaraní en la selva (2012) pueden apuntar o ser vista y pensadas desde esta idea.
En el caso de la obra Altar de santos (2010) creo que podemos pensar a partir de ella sobre todo en el reconocimiento de lo ajeno. Eso que asociamos cual cliché, incluso con esta imagen seleccionada, a algo que de alguna forma nos pertenece por tradición pero de lo cual no nos sentimos parte.
Esta "compulsion maníaca generadora de imagines" a la cual López hace referencia creo que va de la mano de una necesidad de validación en este caso no artística sino identitaria. Que sirve de aplificador de voces y lugar atractivo de reconocimiento. Son obras de doble filo, que así como en el caso de la video instalación (2010) en la cual se muestra la fachada que nos evoca una idea de intimidad develada de la villa 31 y la instalación Redefining happiness (2013) ambas nos habla de cómo, en este sentido de identidad, nos solemos hacer los extraños, sin darnos cuentas los espacios que co-habitamos con personas que no se nos hacen cercanas ni por empatía. Fue la pieza con menos público alrededor al momento de mi visita, quizás todo esto sea dicho desde un condicionamiento situacional, sin embargo así fue la realidad de mi exposición a la obra.
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